Déjenme explicarme mejor.
Entrar un poco más en detalle.
Espero me lo permitan.
En el autobús hay dos niveles, y antes de subir a los asientos que están más altos, hay un lugar para carros y sillas de ruedas. Como se imaginarán, no había carro o silla de ruedas que allí cupiese, en su lugar estaba sentado mi amor platónico, con sus ojos azules pendientes de que nadie le pisase.
Aquí es donde yo entro en juego, el autobús frenó sin previo aviso y él me agarró como en las películas. Me asusté un poco y giré la cabeza para agradecerle de todo corazón que me hubiese salvado.
Y fue entonces.
Me sonrió a modo de respuesta.
Y tenía un sonrisa preciosa.
Me gustaría decir que la historia continúa, que nos empezamos a saludar, tiempo después a hablar y por último a intimar más. Pero he arruinado el cuento desde el principio, es mi amor platónico, en presente, y lo seguirá siendo en futuro.
Pensándolo mejor, prefiero que no sea otra cosa.
Quizás no es ni la mitad de lo que he imaginado durante todos estos años que es.
Y es maravilloso vivir de una historia así.
Es maravilloso.