Como leí por ahí, vivo en modo supervivencia, me levanto a las 5:00, desayuno, me visto, cojo el transporte público, y casi sin darme cuenta de cuándo ha sonado siquiera la alarma, ya estoy en la oficina. Jornada de 7 horas en las que un rato se me cierran los ojos, otro estoy activa, otro escucho un podcast, bajo a almorzar una fruta, el pequeño momento feliz del día porque me pongo al sol, y renazco como una flor esperando la primavera. Vuelvo a subir y un rato se me cierran los ojos, otro estoy activa y otro hablando con mis amigas por mensajes.
Al salir tengo que tener todavía energías porque el día no se puede terminar a las 17:00 de la tarde para mi, hay que aprovecharlo, y más cuando aún no has terminado la maldita carrera, y estas desesperada por deshacerte del yugo.
Estoy cansada.
No se cuánto más voy a aguantar este ritmo.
No se cuánto tiempo más durará la fortaleza de en cuanto cobre la nómina, comprar un billete a una isla paradisíaca, con una mano delante, otra detrás y una mochila llena de bikinis, pantalones cortos y crema solar.